La odontología tiene su origen entre los años 3,700 y 1,500 antes de Cristo, cuando los egipcios utilizaban distintas sustancias para eliminar el dolor en las cavidades de los dientes provocado por las caries. Antes de eso, en la antigua cultura China se usaba el excremento de murciélago con el objetivo de matar supuestos gusanos que habitaban, según ellos, en los dientes.
Sin embargo, para conocer la historia de la endodoncia no es necesario irnos tan atrás, pues fue hasta el siglo XVIII cuando los conocimientos prácticos fueron suficientes como para presentar los primeros pasos en esta especialidad de la odontología.
Josiah Flagg, conocido como el primer dentista americano, dominaba entre otras especialidades la de “eliminar las sensaciones de los dientes en la cabeza, a través de un proceso fácil, simple y seguro”; es decir, la endodoncia. De hecho, Flagg es también el creador del primer sillón dental, ese que vemos cada que visitamos al dentista.
A pesar de esto, no fue sino hasta en el siglo XIX cuando los primeros medicamentos para la terapéutica endodóncica fueron recomendados. 1836 fue también muy importante para la endodoncia, pues fue en este año cuando Spooner sugirió el arsénico para la desvitalización de la pulpa, mientras que Marynard construyó el primer instrumento de endodoncia, el cual servía para ensanchar los conductos, pretendiendo además eliminar cualquier infección.
Un descubrimiento que ayudó mucho a la especialidad fue el de los rayos X por Röengten en 1895, pues gracias a esto era posible observar de forma interna los resultados de la terapéutica endodóntica, lo que a su vez probó que varios tratamientos eran en realidad, poco eficaces.
Entre 1910 y 1928 permaneció vigente la teoría de William Hunter, la cual introdujo el concepto de infección bucal. Lamentablemente en 1921, basado en esta teoría del diente desvitalizado como foco de infección reafirmada por Billings, dio pie a que la mayor parte de odontólogos comenzarán a extraer dientes de forma incontrolada.
Por fortuna esa tendencia no se presentó en Europa, lugar donde se investigó y creó toda una serie de potentes agentes antimicrobianos (como el hidróxido de calcio), que funcionaban como una alternativa real para no tener que quitar los dientes afectados.
Ya en 1929, Coolidge destacó las propiedades irritantes del eugenol, y en 1931 Dixon y Rickert desarrollaron un cemento sellador con plata precipitada por electroforesis, e idearon la teoría del “tubo hueco”, la cual demostraba que un tubo hueco estéril que fuera implantado en el conectivo, provocaba una reacción inflamatoria mayor en sus extremos que un tubo lleno de material estéril. Con esta teoría surgió el término “sellado apical” de los conductos radiculares.
Lo siguiente fue buscar materiales selladores de conductos que no irritaran y fueran más estables, además de que se adaptaran de la mejor manera a las paredes del conducto, todo buscando obtener un sellado perfecto.
La endodoncia moderna está marcada por dos grandes avances. El primero es, a partir de la propuesta de Ingle y Levine en 1956, la estandarización del instrumental endodóncico. El segundo se dio en 1963, cuando la Asociación Dental Americana aceptó finalmente a la endodoncia como una especialidad de la odontología.
Y aunque durante los últimos cincuenta años se han presentado importantes avances tanto de conocimiento como técnicos, lo que aquí te presentamos han sido los momentos más relevantes en la historia de la endodoncia hasta la fecha.